Querido blog: Sintiendome mal por lo que pasó con mi amor chul, me puse mi uniforme tradicional mongol y fui al entrenamiento en la base golondrina. Mientras iba hacia allí volví a ver el resplandor blanco sobre mi, pero justo en el mp3 empezó mi tema favorito de los Parchis así que no le di mayor importancia, aparte no estaba para esas cosas, sufría por amor.
Al llegar hicimos la práctica de manera enérgica (y estrenando mi cinto amarillo). Una pequeña entrada en calor que incluía una charla sobre los antepasados del Gran Maestro Invencible mientras hacíamos rotaciones de caderas. Luego hicimos práctica de barridas, que según el maestro son reeeeeee útiles en combate. Luego entrenamos con la bolsa la patada maestra mongola, esa que va al pitulin y las bolitas. También hicimos prácticas con armas tradicionales coreanas como el cinto (que bueno poder ahorcar a alguien con mi nuevo cinturón amarillo) y finalizamos con combate 10 contra 10.
Luego de la clase fuí a contarle a mi maestro lo que me pasó con Mabel. El me dijo:
-Puta de mierda, mejor que te haya dejado, igual en unos meses te iba a contagiar cuanto bicho existiera. Mirá, si querés putas que sean de primera. Andá aca a la vuelta al edificio azul, tocá el quinto piso y decile a Samy que venís de parte mio y por cincuenta pesitos te hace un service de primera.
-Pero yo la amaba...
-Dejate de joder pendejo, hacete macho, olvidate de esa puta del orto y haceme caso, pedí con Samy, ella te va a hacer olvidar todo.
Le hice caso a mi maestro, pues se que para ser maestro de esta milenaria arte hay que tener una gran sabiduría. Mejor no describo lo que fué mi encuentro con esta chica Samy, pero me puso el sobrenombre de dijo que me iba a llamar Pepe "Herramienta Gigante" Armandez a partir de ahora, no se porqué. Dejé los 50 pesos que habíamos convenido, y me mandó saludos para Maestro Puteador, me dijo que gracias a el se estaba construyendo una casa en Vicente Lopez. Ahí me di cuenta de la grandeza del maestro de ayudar a la gente.
Cuando salí vi que la luz blanca resplandecía en el cielo mas fuerte que nunca, y al doblar la esquina, la luz estaba frente a mi. El resplandor desapareció y ahí estaba el causante. Un hombre de unos 50 años quizá más, con un traje blanco (traje es una manera de decir, era algo parecido al traje tradicional chul pero más amplio) y una gran vara.
-Guerrero Groso, he visto tu combate contra los guerreros Chul y debo decirte que me has dejado impresionado.
-Gracias, solo soy un guerrero del bien y lucho por la justicia, no creo merecer más crédito que ese.
-Veo que tu humildad acompaña tu poder. Pero un largo camino veo delante tuyo.
-Si, es que la lucha contra el mal nunca termina, y aunque haya sido seducido por el lado oscuro, mi corazón siempre estará del lado del bien. Pero dejeme preguntarle sabio señor, quién es usted?
-Mi nombre es Gandolfo Blanco, Gran Maestro de los ocho cambios. Un gusto conocer a tan temible y bondadoso guerrero.
-Cual es el motivo por el que se contactó conmigo, Gran Maestro Blanco?
-Se que un largo camino aparece en tu futuro, el I Ching me lo dijo, por eso vengo a ayudarte.
-Y como me ayudaría usted a acabar con el mal?
-Te encargo a mi pequeño discipulo, el quiere ser un gran maestro de los ocho cambios como yo pero es pobre... digo, tiene que recorrer el largo camino para aprender por si mismo e ir mutando hacia la luz. Ven aquí tímido discipulo!
De atrás de Gandolfo apareció un chico de mi edad, solo que más flaco y peludo. Su traje consistía en un pantalón negro y una chaqueta blanca con un cinturón amarillo con 5 rayitas naranjas.
-El es Omar Faretta, mi discipulo, y será tu compañero de aventuras y un arma muy poderosa si deseas usarlo.
Le di la mano y sentí su apretón, me dió su número de celular y quedamos que cuando lo necesitara lo llamaría y el acudiría en seguida a ayudarme.
Luego Gandolfo con su alumno se dieron media vuelta y volvieron caminando mientras la gente le decía cosas como "viejo ridículo". Pero bueno, de templar los nervios también se trata esto.
Me quedé seriamente pensando en que me depararía mi destino, pues este encuentro seguramente no fué casual.
martes, 22 de julio de 2008
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